En
la nota anterior hemos realizado una introducción al tema de los impuestos en
Argentina.
El
tema de las Retenciones a Las Exportaciones Agropecuarias se relaciona
íntimamente con el anterior, ya que las Retenciones son el pago de Derechos de
Exportación, que el Estado cobra en distintos porcentajes según el tipo de
producto que se exporte, y logra con eso recaudar fondos para solventar el
Gasto Público, como con los impuestos.
Sin
embargo, las Retenciones a las Exportaciones Agropecuarias tienen otro objetivo
tan o más importante que el mero fin recaudatorio.
Como
dice Aldo Ferrer (*) “las
retenciones desvinculan los precios
internos de los alimentos exportables de los precios externos… "
“Las retenciones son insustituibles para
establecer tipos de cambio diferenciales, que es lo que realmente
importa para la competitividad de toda la producción interna sujeta a la
competencia internacional, en toda la amplitud del territorio nacional y sus
regiones”.
“La
necesidad de las retenciones surge del hecho de que los precios de los
productos agropecuarios respecto de las manufacturas industriales son distintos
de los precios relativos de los mismos bienes en el mercado mundial”, continúa
Aldo Ferrer (*).
Esto significa que las retenciones permiten resolver el hecho de
que, por ejemplo, la producción de soja es internacionalmente competitiva con
un tipo de cambio, digamos, de $ 3 por
dólar y, la de maquinaria agrícola, supongamos, de $ 5 por dólar.
“Los tipos de cambio “diferenciales” reflejan las condiciones de rentabilidad
de la producción primaria y las manufacturas industriales. La brecha, es
decir, las retenciones, no es estrictamente un impuesto sobre la producción
primaria, sino un instrumento de la política económica” (*).
“La
asimetría entre los precios relativos internos e internacionales no es un
problema exclusivamente argentino. La causa radica en razones propias de cada
realidad nacional. Entre ellas, los recursos naturales, nivel tecnológico,
productividad y organización de los mercados. En la Argentina inciden, entre
otros factores, la excepcional dotación de los recursos naturales y los
factores que históricamente condicionaron el desarrollo del agro y la
industria. Todos los países utilizan un arsenal de instrumentos (aranceles,
subsidios, tipos de cambio diferenciales, etc.) para “administrar” el impacto
de los precios internacionales sobre las realidades internas, con vistas a
defender los intereses “nacionales”. En la Unión Europea, por ejemplo, sucede a
la inversa que en nuestro país: las manufacturas industriales son relativamente
más baratas que los productos agropecuarios. En consecuencia, se subsidia la
producción agropecuaria, lo cual insume la mayor parte de los recursos
comunitarios. Si no lo hiciera, desaparecería la actividad rural bajo el
impacto de las importaciones, situación inadmisible por razones, entre otras,
de seguridad alimentaria y equilibrio social” (*).
“¿Cuáles serían las
consecuencias de unificar el tipo de cambio para eliminar las retenciones?”
“Desaparecería
la producción de gran parte de la industria manufacturera, sustituida por
importaciones. Las consecuencias serían un desempleo masivo, aumento de
importaciones, déficit en el comercio internacional, aumento inicial de la
deuda externa y, finalmente, el colapso del sistema”.
“Se
produciría una extraordinaria transferencia de ingresos a la producción
primaria, el aumento de los precios internos y el desborde inflacionario”.
Es
decir, el efecto de las retenciones es que los exportadores de granos, que
tienen un precio internacional cada vez más alto, reciban por cada dólar exportado un valor
menor al tipo de cambio real oficial, y que las exportaciones industriales
reciban el tipo de cambio real oficial completo. De esta manera se capta para
el Gasto Público una parte de las ganancias extraordinarias que obtendría el
sector primario, y se fomenta la producción industrial.
Sin retenciones a las
exportaciones agropecuarias quiebra la industria, los recursos productivos se
desplazarían todos al campo, y sería imposible apuntar hacia una
industrialización, como la que Argentina está encarando en la actualidad.
Y como decía Aldo Ferrer en
los párrafos citados, sin retenciones a las exportaciones agropecuarias, los
precios internos de los alimentos se dispararían al doble de lo que valen hoy, y tendríamos que pagar el doble de los
que pagamos hoy por un kilogramo de pan por ejemplo.
Queda
para la reflexión la irresponsabilidad de ciertos sectores de la política
argentina y la mezquindad de corporaciones como la Sociedad Rural Argentina,
cuando proponen y/o exigen bajar o eliminar las retenciones.
Y
esto no significa estar en contra del “campo”, ya que el sector primario es
imprescindible en la economía de un país, siempre que se desarrollen políticas
que articulen con la industria con el objetivo de agregar valor a la
producción. Campo e industria deben estar integrados, y no son antagónicos.
Como concluimos en notas
anteriores, si es Estado no regula la economía, la riqueza generada por todos
los argentinos, quedaría en manos de unos pocos.
Ese
es el objetivo del neoliberalismo, la concentración de la propiedad privada y
la riqueza en pocas manos, como si alguien fuera dueño de la tierra, cuando en
realidad la tierra es un “bien social”, y es el trabajo sobre dicha tierra lo
que genera riqueza, no su posesión.
Esto
daría lugar al tema de la “reforma agraria”, que excede los objetivos de esta
nota.
Pero no cabe duda de que son
imprescindibles la retenciones, por los motivos explicados, y que el estado no
puede volver a perder (como lo hizo en la etapa neoliberal), el comando de los
recursos estratégicos de los argentinos, es más, debe seguir la senda de la
recuperación de dichos recursos.
(*) Párrafos citados de
la nota de Aldo Ferrer publicada en Página/12 el 16/08/10 “Carta abierta a
Grobocopatel”