domingo, 29 de abril de 2012

Estado nacional versus estado neoliberal


Sin dudas la gestión de los gobiernos de Néstor Kirchner entre 2003 y 2007 y de Cristina Kirchner  hasta la actualidad han cambiado en forma profunda el paradigma de un “estado neoliberal” a un “estado nacional”, como lo llama el prestigioso economista Aldo Ferrer.
En la etapa reciente de nuestra historia, el estado neoliberal rigió los destinos de Argentina entre 1976 y 2002, con la salvedad de varias políticas nacionales en la etapa de Raúl Alfonsín (1983-1989).
Desde el año 2003 y hasta la actualidad estamos en un estado nacional.

El estado neoliberal se caracterizó por la desindustrialización, el aumento de la deuda externa, la dependencia de las políticas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, la desregulación en cuanto a la entrada de capitales especulativos, la privatización de empresas de servicios públicos que eran claves para nuestro desarrollo, la flexibilización laboral, el aumento de la dependencia de las importaciones, y por lo tanto en lo macroeconómico el constante déficit fiscal y sobre todo el déficit en la cuenta corriente del balance de pagos, porque las importaciones superaban a las exportaciones, y esto se financiaba con capital extranjero.

El estado nacional se diferencia del estado neoliberal, porque pone como eje de la política económica el crecimiento económico parados en nuestros propios recursos, el desendeudamiento externo, la recuperación del manejo por parte del estado de ciertas empresas clave para el desarrollo económico (como hoy en Argentina la acertada expropiación de las acciones de Repsol en YPF), la intervención del estado en el gerenciamiento de la economía, orientando la inversión privada. La inversión privada siempre existe, tanto la que proviene del ahorro nacional, como la inversión directa extranjera, y existe porque hay rentabilidad, pero en un estado nacional debe estar regulada por el estado. Aun faltan regulaciones en algunos sectores en Argentina, pero vamos camino a eso, y eso es más seguridad jurídica y no menos.

Finalmente, y sin pretender agotar el tema, que es muy extenso, un estado nacional, como el que hemos recuperado en Argentina desde 2003, debe cuidar el equilibrio fiscal (ingresos públicos iguales a egresos públicos) y el superávit comercial.
En cuanto al equilibrio fiscal es bueno tener pequeños superávit fiscales en épocas de fuerte crecimiento, y entrar en déficit por cortos plazos para aumentar el gasto público implementando políticas anticíclicas cuando el contexto internacional es recesivo como en 2011-2012.
En cuanto al superávit comercial, es imprescindible, como dice Aldo Ferrer, mantener esta condición para no depender del capital extranjero, y formular políticas que tiendan a una industrialización diversificada, articulando el desarrollo del campo con la industria.

En conclusión, y sólo a título preliminar, pues hay mucho más por analizar, en lo que va del 2003 al 2012, Argentina ha logrado salir del neoliberalismo, mejorar sus indicadores sociales y económicos, mantener equilibrios fiscales sólidos y superávits comerciales importantes, aumentar el PBI en términos reales a un promedio del 7,5 % anual, aumentar el llamado PBI industrial, disminuir la desocupación al actual 6,7 %, aumentar el poder adquisitivo del salario, incluir a 2,5 millones de personas al sistema previsional que el neoliberalismo había dejado sin protección social, recuperar para esto el sistema estatal previsional, entre otras cosas.

Hemos pasado de un estado neoliberal a un estado nacional, y en estas condiciones estamos listos, utilizando una vez más algunos términos de Aldo Ferrer, para desarrollarnos parados en nuestros propios recursos.

viernes, 27 de abril de 2012

Hacia el Desarrollo Económico con Equidad Social


Esta nota está dedicada especialmente a cinco de mis queridos ex alumnos del profesorado de Economía del Instituto 52 de Formación Docente de San Isidro, Mariano Pintos, Romina Montes, Fernanda Gil, Gustavo Ferro y Karina Voulkin.  Yo les dije que cuando publicara mi primer libro, ellos estarían en la dedicatoria. Aun no hay libro, pero esta es la segunda nota de mi blog, que reitera y profundiza algunos temas ya tratados en la nota anterior.



Podemos definir al Desarrollo Económico como la transición de un nivel económico concreto a otro más avanzado, el cual se logra a través de un proceso de transformación estructural del sistema económico a largo plazo, con el consiguiente aumento de los factores productivos disponibles y orientados a su mejor utilización; teniendo como resultado un crecimiento equitativo entre los sectores de la producción. 
El desarrollo implica mejores niveles de vida para la población y no sólo un crecimiento del producto, por lo que representa cambios cuantitativos y cualitativos. Las expresiones fundamentales del desarrollo económico son: aumento de la producción y productividad per cápita en las diferentes ramas económicas,  aumento del ingreso real per cápita, equitativa distribución de la riqueza, acceso con igualdad de oportunidades a una educación y salud de calidad.

El estructuralismo latinoamericano, en contraposición al neoliberalismo, concibe que el centro (países industrializados o el llamado 1er mundo) y la periferia (tercer mundo) se constituyen históricamente como resultado de la forma en que el progreso técnico se propaga en la economía mundial. En los centros, los métodos de producción que el mismo genera se difunden en un lapso relativamente breve a la totalidad del aparato productivo. En la periferia se parte de un atraso inicial, y al transcurrir un período llamado de “desarrollo hacia afuera”, las nuevas técnicas sólo se implantan en los sectores exportadores de productos primarios y en algunas actividades económicas directamente relacionadas con la exportación, las cuales pasan a coexistir con sectores rezagados, en cuanto a la penetración de las nuevas técnicas.
Al constituirse mediante el desarrollo hacia afuera, la estructura productiva de la periferia adquiere dos rasgos fundamentales. Por un lado, se destaca su carácter especializado o unilateralmente desarrollado, ya que una parte sustancial de los recursos productivos se destina a sucesivas ampliaciones del sector exportador de productos primarios, mientras la demanda de bienes y servicios, que aumenta y se diversifica, se satisface en gran parte mediante importaciones.
Asimismo, sobre esta diferenciación estructural se asientan las distintas funciones propias de las pautas tradicionales de la división internacional del trabajo: en el sistema económico mundial, al polo periférico le cabe producir y exportar materias primas y alimentos, en tanto los centros cumplen la función de producir y exportar bienes industriales, operando como núcleos fabriles del sistema en su conjunto.

El neoestructuralismo latinoamericano nace a fines de la década del 90 para dar respuesta a los problemas generados en los 80 y en los 90 (en Argentina fue más fuerte en los 90) por los gobiernos que se arrodillaron ante el FMI y sus recetas ortodoxas.

El neoestructuralismo  retoma ideas estructuralistas, pero las reformula apuntando no sólo al crecimiento sino al desarrollo. Con autores como Aldo Ferrer, uno de los economistas más prestigiosos del país, integrante del Plan Fénix de la UBA, y discípulos como Mercedes Marcó del Pont, una de las mejores economistas argentinas,  plantean la AUTONOMÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA (no salir nunca más a pedir prestado al mercado de capitales especulativo internacional), el incentivo a la PRODUCCIÓN DIVERSIFICADA Y DE VALOR AGREGADO, LA INTEGRACIÓN REGIONAL solidaria teniendo en cuenta las desigualades hasta que las mismas se subsanen, EDUCACIÓN DE CALIDAD para todos, combate al narcotráfico, control a los flujos de capitales extranjeros, aumento de la productividad vía capacitación y no por medio de la reducción de salarios, todo esto con el requisito y en el marco de una estabilidad política democrática.

Estas medidas están siendo adoptadas con éxito por muchos gobiernos de Latinoamérica, entre ellos Argentina, y Brasil, cada uno con sus matices.

En síntesis, lo que se necesita entonces en Latinoamérica es pasar de un modelo de desarrollo “hacia afuera” a un modelo de desarrollo “hacia adentro”, incentivando el consumo interno, y con una matriz industrial diversificada, profundizando las relaciones comerciales con los países de la región.

En este sentido, la UNASUR es un instrumento político y económico fundamental.


Para lograr el desarrollo económico con equidad es necesaria entonces la intervención del Estado, orientando recursos para otorgar créditos a microemprendimientos productivos. También actuando con una política de empleo que tienda a mejorarlo (aumentando la productividad del empleo y disminuyendo la desocupación),  y a mantener su poder adquisitivo. Esto se relaciona con la estabilidad de la moneda,  a través de la política monetaria, y con un sistema impositivo progresivo a través de la política fiscal. Pero las políticas monetarias y fiscal deben estar al servicio de la producción y no del mercado financiero.
Entonces la reducción de la inflación es necesaria pero no debe ser la meta prioritaria, la prioridad es el aumento de la oferta agregada, de la economía real, para que así se reduzca la inflación.  "Enfriar" la economía genera desempleo.
El desempleo influye en la disminución de la producción, y por tanto del PBI.

Los monetaristas, que son parte del neoliberalismo, ya han demostrado el fracaso de sus ideas, con metas de inflación cero, pero generando recesión y desempleo. Es preferible una inflación moderada, pero con crecimiento económico. De todos modos este tema lo desarrollaré en futuras notas.


La intervención del Estado por medio del Gasto Público en obra pública, salud y educación, ayudan a disminuir el desempleo, incentivar el consumo y la inversión, y por tanto la producción.
Sin embargo no alcanza con aumentar la producción, sino que hay que lograr una equitativa distribución de la misma.




Para ello es imprescindible, como ya se dijo, una política fiscal con impuestos progresivos y que direccione el gasto público hacia el acceso equitativo a una salud y educación públicas de calidad. La educación y el conocimiento, y específicamente la capacitación laboral con incorporación de tecnología adecuada, aumentan la productividad y la competitividad de la economía. Esto aumenta el empleo.
Las retenciones a las megaexportaciones sojeras son un ejemplo de impuesto progresivo. El Impuesto a las ganancias es otro.

Nuevamente aparece aquí la importancia de las Políticas Económicas del Estado (Financiera, Monetaria, Fiscal, de Empleo, etc) que articuladas entre sí con políticas educativas, de salud y de sustentabilidad económica, tiendan hacia el bien común.




martes, 24 de abril de 2012

Política Económica para el Desarrollo con Equidad Social


Cuando se plantean desde la ortodoxia económica recetas de políticas restrictivas (baja del gasto público, cancelación de planes sociales, enfriar la actividad económica para contener la inflación)  como las que se están aplicando actualmente en  Europa, vemos que  gran parte del planeta cae una vez más en los mismos errores.

Desde Keynes (considerado el "padre" de la Macroeconomía) que el mundo sabe que el estado debe intervenir en la economía por medio del gasto público en inversión en obras, infraestructura y educación para fomentar el consumo interno, y así salir de los ciclos económicos recesivos.

Las ideas de Keynes, un economista liberal que se dio cuenta de la importancia de la intervención del estado en la economía, tildado en su momento de marxista por los economistas neoclásicos, fueron aplicadas con excelentes resultados en muchos países del mundo. Hubo un Estado de Bienestar en Estados Unidos, en Europa y en varios países de Latinoamérica, cada uno con sus matices. Este Estado de Bienestar caracterizado por la intervención del estado en la economía a través de políticas sociales que disminuyeron la pobreza y permitieron que los trabajadores  tuvieran una participación en el PBI de alrededor del 50 %,  se terminó en la década del 70 con la crisis internacional del petróleo. El neoliberalismo se impuso entonces en casi todo el mundo trasladando los déficits  de los países centrales a la periferia por medio del sometimiento que implicaron por ejemplo el Consenso de Washington y las recetas impuestas por el FMI.

Haciendo un salto gigante en la historia económica, hoy existe una corriente de pensamiento económico propia de Latinoamérica llamada Neoestructuralismo Latinoamericano, donde argentinos como Aldo Ferrer y nuestra Presidenta del BCRA Mercedes Marco del Pont proponen un estado gerenciador de la actividad económica, que incentive la inversión privada, el aumento de la competitividad a nivel nacional y regional de la economía con productividad (no a costa de menores salarios como en el neoliberalismo), y mayor educación y capacitación para lograr ese aumento de la productividad. Dicha intervención del estado en la economía gerenciando la actividad económica privada, llevará en el mediano plazo no sólo a lo que estamos viendo, que es el crecimiento económico y aumento de la inversión y consumo interno, con el consiguiente bienestar de la población, sino a una progresiva distribución de la riqueza, y al desarrollo económico con equidad, un camino que la Argentina está comenzando a transitar con el actual gobierno, que lleva tiempo, y que ojalá no abandonemos.
Necesitamos entonces que el estado continúe orientando la inversión privada hacia la creación de una matriz diversificada de producción, para aumentar la oferta global, agregar valor a nuestros productos y abandonar definitivamente el rol que nos habían dado desde el “primer mundo” de vendedores de granos e importadores de bienes industriales. No necesitamos para ello de más inversiones extranjeras, como plantean desde la ortodoxia argentina.
Mientras arribamos a ese desarrollo económico con equidad, los subsidios a los más pobres son imprescindibles. Las políticas económicas redistributivas son necesarias, porque la economía debe estar al servicio de la gente, y no de los números.