Cuando hablamos de la Competitividad de la
Economía es importante especificar a qué nos referimos.
Algunos autores dicen que la Competitividad significa
la capacidad de las empresas de un país dado para diseñar, desarrollar,
producir y colocar sus productos en el mercado internacional en medio de la
competencia con empresas de otros países.
Otros definen la competitividad industrial como
una “medida de la capacidad inmediata y futura del sector industrial para
diseñar, producir y vender bienes cuyos atributos logren formar un paquete más
atractivo que el de productos similares ofrecidos por los competidores” (European
Management Forum, 1980).
En general se dice que una economía es
competitiva en la producción de un determinado bien cuando puede por lo menos
igualar los patrones de eficiencia vigentes en el resto del mundo, en términos
de la utilización de recursos y de la calidad del bien.
En síntesis, la Competitividad está dada
por la capacidad de producir bienes y servicios de calidad, tanto para consumo
interno como para exportación, a costos que resulten similares a los niveles
internacionales, de modo que el precio sea atractivo para los compradores del
exterior, y beneficioso para los exportadores argentinos y para el país en su
conjunto.
La industria argentina ha tenido problemas de
competitividad durante décadas, y especialmente durante la etapa de aplicación
de políticas neoliberales (desde 1976 hasta el año 2002, como dije en notas
anteriores, con alguna salvedad puntual entre 1983 y 1988).
Tanto la dictadura militar de 1976, como la
etapa neoliberal salvaje de la década de los 90, provocó una
desindustrialización del país con la apertura indiscriminada de los mercados, y
la importación masiva de bienes de todo tipo.
La política de la “convertibilidad”, con un
dólar artificialmente bajo, también desalentaba las exportaciones, ya que los
exportadores reciben dólares al vender al exterior, y al cambiarlos por pesos,
lo que percibían a veces no cubría sus costos, por lo cual lo más barato era
importar.
Como dijimos en notas anteriores, desde 2003
hubo un cambio fundamental de paradigma en la política económica argentina.
Pasamos de un estado neoliberal a un estado nacional.
Si acotamos el tema a la Competitividad
industrial, debemos tener en cuenta que desde 2003 se regula la entrada de
capitales, y sobre todo, se mantiene una política cambiaria con un tipo
de cambio relativamente alto, administrado por el estado nacional a través del BCRA.
La política cambiaria, con un tipo de cambio
real (*) mucho más elevado que en la década de los 90,
colaboró al aumento del componente industrial en nuestras exportaciones. Esto
significa que la política de tipo de cambio es uno de los factores que influye
en la competitividad.
Las retenciones a las exportaciones
agropecuarias, por ejemplo, son una medida fiscal imprescindible para
diferenciar el tipo de cambio de la industria, que para mantener competitividad
necesita percibir de sus exportaciones el valor completo de la cotización del
dólar, del tipo de cambio del campo, que por los altos precios internacionales
de los granos, obtiene mayores ganancias. Si no hubiera retenciones a las exportaciones agropecuarias, los recursos
productivos se volcarían todos a actividades primarias, y no a la industria.
Queda claro entonces, que la política económica
de estos últimos 9 años en Argentina ha favorecido la reindustrialización del
país.
Pero el tipo de cambio no es el la única
variable que mide determina la competitividad de la economía, ni de la
industria en especial.
Hay otras variables que son tan importantes como
la política cambiaria para generar competitividad, como el aumento de la productividad.
En términos sencillos, la Productividad es
la relación entre la producción total obtenida y los recursos empleados para
dicha producción.
Por ejemplo, la productividad aumenta cuando con
una nueva maquinaria se puede fabricar el doble de unidades del mismo producto,
que con una maquinaria “vieja”. La productividad aumenta cuando con obreros
capacitados, con la misma cantidad de trabajadores, se produce más en el mismo
tiempo (productividad laboral).
En Argentina la productividad laboral viene
aumentando a pasos agigantados, según datos oficiales y privados. Lo importante
es que la productividad laboral aumente por mayor capacitación y eficiencia de
los trabajadores, y no por disminución en su salario real.
No se observa en Argentina, en el sector
registrado, disminución del salario real, pero si aumentos de precios por parte
de los empresarios por encima de los costos
laborales.
La incorporación de tecnología avanzada, de
innovaciones, de investigación aplicada a la industria, genera aumentos en la
productividad. El actual gobierno argentino ha creado un Ministerio de Ciencia
y Tecnología, impulsando como nunca la investigación científica y tecnológica.
Hemos mencionado entonces distintas
variables que hacen a la competitividad de la economía, entre ellas el tipo de
cambio y la productividad.
Y hemos destacado que la productividad se
relaciona con la incorporación de tecnología, y por lo tanto la inversión; y
también con la capacitación de los recursos humanos.
Para finalizar, pero sin pretender agotar el
tema, quiero hacer énfasis en ese último concepto, el de capacitación de los
recursos humanos.
Es fundamental para el bienestar de una sociedad
la permanente transformación de su sistema educativo, aumentando la
inclusión, como lo viene haciendo la Argentina, y aumentando la calidad de la
enseñanza y de los aprendizajes.
Para esto necesitamos docentes bien formados
y profesionales bien preparados. Debemos
seguir en el camino de la transformación productiva con equidad social, y la
educación de calidad y la capacitación permanente juegan un rol esencial.
(*) El tipo de cambio real es el tipo de cambio
nominal multiplicado por el índice de inflación del país extranjero y dividido
por el índice de inflación nacional.